Esta temible mujer mató a 27 hombres

“Cuando alguien se convierte en un cobarde, se merece la muerte”, afirma Shirin Gul. La condenaron a 20 años de prisión

Foto: Especial

Jalalabad, Afganistán.- Shirin Gul, la más notoria asesina serial de Afganistán, pasa los días de su condena de 20 años en una celda húmeda de la prisión de Jalalabad, conviviendo con otros reclusos, los guardias, y cuidando a su pequeña de 7 años, quien fue concebida y nació dentro de la prisión que habita junto a su madre.

En la cárcel de mujeres de mujeres de Nangarhar, donde la mayoría de sus reclusas fueron condenadas por adulterio o robo, los guardias no portan armas y pasa gran parte de su tiempo socializado con las convictas.

Shirin acaba de cumplir 12 años de su sentencia por de una sentencia de prisión a la que fue condenada por el asesinato de 27 hombres.

El caso de Shirin fue uno de gran escándalo en los medios de su país, ya que al habitar en una nación dominada por las muertes de la guerra y las leyes del patriarcado, el escuchar de una mujer como ella que cobró la vida de no solo uno, sino de casi tres decenas de hombres, es algo que conmocionó a los 30 millones de habitantes de Afganistán.

“Tenemos otros asesinos aquí”, dijo el coronel Abdul Wali Hesarak, el director de la prisión de Nangarhar, que incluye complejos masculinos y femeninos y es uno de los más grandes del país. “Pero no veo ningún caso tan grave como el de ella”.

La criminal, con ayuda de su amante, Rahmatullah, su hijo, y otros hombres más, convencía a sus víctimas de acompañarla a su hogar ofreciéndoles favores sexuales.

Una vez en su vivienda o una de su familia, entre sus cómplices envenenaban o estrangulaban al individuo que se había convertido en presa, y tomaban su auto para venderlo a lo largo de la frontera con Pakistán, obteniendo varios miles de dólares por el negocio.

Solo cuando un hombre de negocios, Mohammed Anwar, desapareció, las autoridades comenzaron a investigar a Shirin Gul y su familia. En la casa de Kabul, nueve cuerpos fueron desenterrados del patio de tierra; el hogar en Jalalabad produjo 18 víctimas más.

El inicio del una cadena mortal

Shirin Gul, quien declara sufrir de serios desbalances mentales, ha contado a través de los años numerosas anécdotas de su vida que van desde la tragedia hasta la comedia.

“Mi personaje es malo, pero a veces me porto bien”, dijo la aludida durante una entrevista con el New York Times.

Los detalles de su vida son difíciles de verificar, y provienen principalmente de sus propias descripciones o de las personas con quienes ha hablado desde su encarcelamiento.

Los años y las edades son un revoltijo; sus recuerdos están mezclados, la mayoría de los miembros de su familia y otras personas con quienes ella era cercana han muerto o no pueden ser contactados.

La versión de sus inicios más difundida es una en la que relata haber quedado huérfana de padres a la tierna edad de dos años. Tras este suceso sus parientes la casaron con un hombre mayor cuando ella tenía solo 11 años. Su esposo, quien era un coronel en el gobierno comunista, la golpeaba y la maltrataba.

Durante su matrimonio, conoció a uno de los primos de su marido, Rahmatullah, quien visitaba a la familia a menudo, y en ocasiones solo a ella.

Eventualmente, la clandestina pareja se enamoró, y Rahmatullah anunció sus sentimiento al esposo de Shirin y sus intenciones de llevársela. El marido, temeroso de resistir a Rahmatullah, concedió su petición. Fue entonces, dice la acusada, que ella y Rahmatullah decidieron matar a su esposo.

“Cuando alguien se convierte en un cobarde, se merece la muerte” sentenció la asesina.

Tras vivir juntos un tiempo, la mujer presuntamente se enteró que su pareja estaba involucrado en bandas criminales en Kabul y Jalalabad, secuestrando y asesinando conductores, y luego vendiendo sus vehículos.

Ella dice que le suplicó que se detuviera, pero que llegó a temerle, preocupándole que pudiera lastimarla si ella trataba de detener sus actividades ilegales.

Shirin Gul admite que había consentido en que matara a su esposo, y sabía que su amante envenenó a sus víctimas al introducir toxinas en el té y los kebabs que ella les servía. Y es cierto que con frecuencia escuchaba el ruido de palas en el patio, cuando se excavaban tumbas.

Pero ella también alega que nunca participó en nada por voluntad propia.

Shirin se vende como una víctima del amor y la desgracia, y espera que por esta razón se le libere de los cargos y puede salir libre de su sentencia antes de tiempo. Dice que el mote de asesina serial fue una invención amarillista de la prensa, que ella es inocente, y que se vio víctima de una conspiración legal y mediática.

“Los fiscales pueden inventar cosas, ya sabes, por dinero”, dijo. “Incluso si fuera un infiel o un cerdo, no podría hacer tales cosas”.

Sin embargo, a pesar de que Shirin tiene el cariño y el respeto de sus compañeras convictas y de los guardias, quienes la tildan de una mujer amable y bondadosa, han escuchado tantas historia sy versiones a través de los años, que muchos no creen su inocencia. Una de las cuidadoras de la prisión comentó al respecto:

“Por supuesto que está mintiendo, definitivamente mató a esos hombres” declaró entre carcajadas.

En busca de su libertad

En 2004, Shirin Gul fue encontrada culpable de 27 cargos de asesinato junto con otras 6 personas, entre ellos su hijo, Samiullah y Rahmatullah, quienes fueron sentenciados a una ejecución. Más la vida de Shirin fue salvada por un decreto de Hamid Karzai, entonces presidente de Afganistán.

Sus crímenes se redujeron a 27 cargos de secuestro y un cargo de adulterio. Su sentencia de muerte fue cambiada a un período de 20 años, considerada como cadena perpetua en el sistema judicial afgano.

A pesar de sus afirmaciones de inocencia, también confesó sus crímenes a los visitantes, a otros reclusos, al personal penitenciario y a un experto en salud mental que ocasionalmente visitaba la prisión de mujeres durante más de un año.

Ella le dijo al asistente social, Mahnaz Saadati, que el grupo había cometido los asesinatos por dinero.Ganaron lo suficiente para ayudar a una mezquita cerca de su casa en Kabul, para lo cual proporcionaron comida los viernes, así como alfombras nuevas.

“Ella es como un personaje de una película”, dijo Saadati sobre Shirin Gul.

Con información del New York Times

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Escrito por Kaze

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